La Embajada del Dólar
La autoridad monetaria tiene la convicción de que no hay margen de error en el control de la tasa de interés y del tipo de cambio.
Por Marco Esdras
La tasa de interés y el tipo de cambio son cómplices directos en el afán de arbitrar una política económica que se armonice con las expectativas gubernamentales.
Resulta crucial el anclaje de la tasa de interés para cumplir lo establecido en la Ley de Presupuesto y sostener un plan económico cortoplacista de cara a una instancia electoral. La interacción y el doble comando entre el Ministerio de Economía y el BCRA es una acción coordinativa imprescindible.
Los tipos de interés son utilizados eficazmente en muchos países para contraer o expandir la actividad económica y el ingreso agregado. Asimismo en economías desarrolladas es esperable que un incremento de la tasa de interés redunde en una mitigación del flagelo inflacionario. En Argentina la herramienta carece de esa eficacia. En países donde el nivel del crédito en relación al PBI es relevante las tasas de interés cumple su propósito, no así en países como Argentina donde el crédito representa el 12 % del PBI. En la nación sudamericana, en la convalidación de un ascenso en los tipos de interés, dentro de la coyuntura actual, subyace un incremento de la tasa de devaluación esperada.
Sin embargo, la aparición de tasas de interés negativas rompió el mainstream. El empirismo ha demostrado con creces que se puede vivir sin el monetarismo. Nuevamente Argentina da la nota y se diferencia en el concierto internacional de las naciones: Una tasa de interés negativa promueve el consumo y hace que el dinero no se guarde. Los países que han recortado sus tasas lo han hecho porque disminuyó la circulación de dinero en su economía; ergo para poder activarla bajan las tasas. A contrario sensu en Argentina la circulación monetaria ha crecido un 61 % interanual (al 11/02/2021 ascendía a $ 1,7 billones).
Argentina con una prima de 1500 puntos básicos está afuera del mercado internacional de crédito voluntario, a pesar de un canje “exitoso” cercano con los bonistas por USD 66.000 millones. Desde Wall Street muchos analistas esgrimen que los grandes fondos de inversión que suscribieron al canje de deuda lo hicieron a sabiendas de la existencia de una pronta nueva reestructuración (luego de la reestructuración de deuda en moneda extranjera con legislación foránea dicho monto se incrementó en septiembre USD 2.768 millones, entre noviembre y octubre creció USD 1.121 millones y en diciembre pegó un salto de USD 2.718 millones). Desde esta óptica se espera que el acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI reduzca la prima de riesgo país al menos a 600 puntos básicos.
La reciente alza del rendimiento de bonos a 10 años del Tesoro Norteamericano (trepó hacia el 1.35 % desde el 0.50 % que estaba en julio) no ayuda a los emergentes, pero Argentina en ese sentido corre la suerte de estar divorciado del mundo.
Cuesta construir una curva de títulos en pesos y en dólares. Los tipos de interés existentes son muy arbitrarios. Sabido es que la tasa de interés tiene que tener mínimamente dos componentes: una compensación que cubre la depreciación del dinero por efecto de la inflación y una tasa de rentabilidad real que compensa el riesgo de insolvencia y la pérdida de liquidez.
Permitir el alza de la tasa de interés implica reconocer un incremento del riesgo cambiario. Hoy día la tasa de política monetaria del BCRA (38 % TNA) está alineada con un dólar de convergencia de $ 150. Así entonces los Bancos continúan exhibiendo su apetito desenfrenado por las Leliqs y prontamente el stock estará acariciando los $ 2 billones (al 31 de enero representaban el 70.1% de la Base Monetaria), acaparando el límite máximo que los Bancos pueden tener en cartera por limitaciones normativas regulatorias del BCRA.
En la antesala electoral para poder cuidar los precios resulta imprescindible tener domado al tipo de cambioy también a la tasa de interés. En esa columna vertebral se erige el desarrollo de la agenda de la política macroeconómica.
En vano se trató de utilizar la Regla de Taylor en la época que Sturzenegger comandaba las riendas del BCRA. Las tasas de interés fueron en notable ascenso al compás del proceso inflacionario y no se resolvió ningún problema. Según aquel criterio la tasa de interés está determinada por la inflación actual, la inflación esperada, la tasa de crecimiento y del desempleo.
Hoy el enfoque del BCRA es más pragmático y con un criterio metodológico inductivo. La “ilusión monetaria” generada por el aluvión de pesos volcado al mercado en 2020 no se repetirá en el corriente año apreciándose saldos reales inferiores. Parte prominente del rebote del nivel de actividad tendrá que ver con las inversiones y las exportaciones netas.
La autoridad monetaria deberá darle asilo a un dólar custodiado y a un tipo de interés marcado a fuego por el riesgo cambiario.
Se espera un mes de marzo de transición, sin mayores novedades, donde las macro variables continuarán navegando en esta suerte de “velocidad crucero” y un abril en clave de definiciones.
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