18 de Junio de 2021 - 10:56

Las razones que demoran la venta de Garbarino y la empujan hacia el concurso preventivo de acreedores

Falta de stock, crisis de ventas por la segunda ola del COVID-19 y una deuda que no para de crecer. Además, un vendedor que pide lo que por ahora ningún comprador está dispuesto a ofrecer. Cheques impagos por $ 4.450 millones, el rol de Moyano y Cavalieri, la ayuda oficial que llegó en menor medida de lo esperado y las gestiones de Héctor Capaccioli. 

 

A fines de abril, cuando se supo que Garbarino buscaba comprador y aparecía un único candidato en el horizonte, se dijo que el tema podía resolverse en 20 días. Transcurrido ese plazo se apuntó a los comienzos de junio. En tanto que ahora, pasados casi dos tercios del sexto mes del año, nadie se anima a poner una fecha. Mientras reina el silencia de las partes compradora -el empresario Carlos Rosales- y vendedora -Facundo Prado, dueño de la operadora de cable Supercanal Airlink-, el mercado y allegados a ambos cuentan las verdaderas razones por las cuales no se destraba la venta. “Nuestra única esperanza es el amigo Prado”, admite una fuente de Garbarino

La razón más importante que traba la venta sería que Rosales, dueño además de la aseguradora Prof y tesorero del club San Lorenzo, quiere llevarse plata por la operación. Eso es lo que pasó, por ejemplo, con un empresario que se acercó por una de las firmas que forma parte del Grupo Garbarino. “Puedo hacerme cargo, resolviendo los sueldos que se deben y poniendo la empresa en marcha”, ofertó el hombre de negocios de bajo perfil, buenos contactos y emprendimientos rentables. “Con todo el esfuerzo que hice, quiero llevarme algo de plata”, fue la respuesta de Rosales. La conversación terminó ahí y nunca más avanzó.

Nadie aventura si esta es la tónica de conversación entre “Charly” (como lo llaman sus conocidos) Rosales y Facundo Prado, pero la mirada del mercado es que se trata de una empresa inviable sin una reestructuración fuerte o un concurso preventivo de acreedores. “Nadie le da crédito a Garbarino, sus actuales dueños no invierten, cada mes que pasa la deuda por sueldos y alquileres es mayor. Los locales están desabastecidos y la página web da la impresión que vende todo por Market Place (el proveedor cobra directamente su porcentaje de la venta). No entiendo quién puede comprar la empresa antes de una convocatoria de acreedores. Después de la misma todo es posible, pero antes me parece que nada”, analizó -bajo estricta reserva de su nombre- un competidor de la empresa fundada por los hermanos Garbarino y vendida hace un año a Rosales. 

La segunda ola y el lobby oficialista

En marzo, cuando aún había ilusión -aunque vana- de que la segunda ola del COVID-19 volviera a frenar la economía, Garbarino vendió alrededor de $ 4.300 millones. Muy lejos de los $ 6.000 millones que eran el objetivo, pero cerca del break-even o equilibrio entre ingresos y gastos. La deuda de la compañía, por otra parte, no para de crecer, de la mano del quebranto acumulado y el resultado operativo mensual deficitario. A fines de abril tenía cheques impagos por $ 2.700 millones, mientras que en la actualidad el monto supera los $ 4.450 millones, un 65% más en menos de dos meses. Esta es la información que surge de la Central de Deudores del Banco Central de la República Argentina (BCRA) sólo para Garbarino S.A., CUIT 30540088213. Sin contar la situación de firmas vinculadas, que también es grave, como Garbarino Viajes, Fiden o Electro Digital Fueguina, esto es lo que registra el BCRA:

La apuesta original de Rosales, cuando se quedó con la firma el año pasado, era teóricamente correcta: potenciar la marca, fomentar la venta por diversidad de canales (llamada multicanalidad), sumar servicios pre y post venta (por ejemplo, que llegue el instalador con el calefón), y hacer una especie de Amazon argentino. La fe en el proyecto fue tanta, que Garbarino hasta firmó un contrato para ser sponsor de la camiseta de Boca Juniors. El club más popular de la Argentina por cantidad de hinchas, pero no el más barato para estar en su camiseta. Llamó la atención que una empresa a la cual le costaba pagar los sueldos realizara semejante inversión o gasto, según como se lo tomara.

La letra chica de la historia reciente de Garbarino da cuenta de dos esperanzas erróneas que Rosales alimentó como salida de la crisis. Por un lado, creer que la empresa iba a tener más crédito por parte de acreedores y entidades bancarias. Pero, además, Rosales -que fue funcionario público- confió en el alcance de su amigo Héctor Capaccioli, de buena relación personal con el presidente Alberto Fernández. Capaccioli, recordado por enfrentar varios procesos judiciales tras ser el recaudador de la campaña presidencial del 2007, mantiene un bajo perfil luego de eso, pero se sigue moviendo en las esferas del poder.

Sin embargo, con menos efectividad de la que Garbarino necesita. Por ejemplo, en la firma comandada por Rosales esperaban recibir más cuotas del programa Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), que abonaba hasta la mitad de los sueldos de cada trabajador; o su continuador Repro II, que sólo le paga a sectores críticos cuya facturación real haya bajado 20% con respecto a igual mes del 2020. Como es difícil que se vendan menos electrodomésticos que el año pasado, Garbarino no puede beneficiarse con el Repro II, sin excepción o Capaccioli que valga. 

Por otra parte, a Rosales tampoco le dio resultado su gira por bancos oficiales. Es amigo de Eduardo Hecker, titular del Nación, muy observado por todo el directorio como para darle préstamos a una empresa en las condiciones de Garbarino. En otra entidad lo recibieron y no consideraron a la firma sujeto de crédito. Mientras que en una entidad provincial y estatal tuvo el mismo resultado

Factor sindical: entre Moyano y Cavalieri

Cuando Rosales -también dueño de Radio Continental- se quedó con Garbarino, lo hizo luego de pujar con Covelia, firma atribuida a Hugo Moyano. Para contrarrestar esto, el protesorero de San Lorenzo se sacó una foto con Armando “El Gitano” Cavalieri, que no quería que una empresa emblemática de su sector quedara en manos de Covelia, o de Moyano. 

La relación de Rosales con Cavalieri es tan buena que el gremio de Comercio habría pagado el último sueldo que cobraron los trabajadores de Garbarino, el de abril. Algunos hasta creen que “El Gitano” o la Federación de Comercio tienen parte de la firma, aunque difícilmente sea así, por lo menos en términos formales.

Cuando el Sindicato de Camioneros pidió un bono de $ 100.000 a cada trabajador por traspaso accionario de la firma, de la misma forma que hicieron con Wal-Mart, en el sector gremial vieron un mensaje contra Cavalieri. Más allá de lo polémico e incorrecto del pedido, Pablo y Hugo Moyano saben que Wal-Mart tiene cómo pagar una especie de bono, lo que finalmente hizo, pero Garbarino carece de los fondos para ello. 

Con el factor sindical, además de todos los anteriores, deberá lidiar el nuevo dueño de Garbarino. Antes o después de un concurso preventivo, siga la empresa en manos de Rosales, pase a Facundo Prado o encuentre algún otro interesado. Una historia con final abierto, pero que no ofrece buenas perspectivas.  

 

 

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