24 de Noviembre de 2020 - 17:04

La poda del dinero

Con el advenimiento de diciembre, las Fiestas de Fin de Año y la época estival, desde el Gobierno se preguntan cómo graduar la poda monetaria, una de las condiciones para lograr un programa monetario equilibrado.

Por Marcos Esdras

Se avecina un diciembre consumista y la autoridad monetaria se cuestiona si es el momento adecuado como para empezar con la poda monetaria. El gran dilema es merituar si frente a un incremento estacional del consumo resulta oportuno reducir la circulación monetaria.

Esta etapa del año está sesgada por la denominada “Ilusión Monetaria” donde los incrementos nominales de ingresos (aunque sean menores a la inflación) hace suponer a la gente que dispone de un mayor poder adquisitivo-efecto psicológico-. En consecuencia, es común que el consumo privado se dispare y eso se extrapole por relación transitiva en una mejora de la recaudación tributaria. Asimismo es habitual que el BCRA disponga de un régimen de integración de efectivo mínimo de orden trimestral (para diciembre, enero y febrero) habida cuenta la alta demanda de pesos que se prevé para el período.

Luego de un año de Pandemia donde la emisión monetaria fue un recurso utilizado en altísimas magnitudes ya es momento de encoger los saldos nominales monetarios. Casi la totalidad del déficit financiero (7% del PBI) fue cubierto con emisión monetaria.

Es imperioso reducir los pasivos monetarios del BCRA: una base monetaria de 2.4 billones, un stock de leliqs por 1.62 billones y otro de pases por $ 873.000 millones. Este órdago monetario que explica parte de la pérdida del valor del peso, es un problema que es objeto de cuestionamiento por parte del board del FMI.

Desde los pasillos de la autoridad monetaria están convencidos que el manejo de la política monetaria de aquí en adelante deberá basarse en el control de los agregados monetarios (circulación monetaria en manos del público, depósitos en cuenta corriente, a caja de ahorro y en plazo fijo). Lo que en la jerga se conoce como M1, M2 y M3, respectivamente.

Es importante marcar la diferencia entre la política de manejar el crecimiento/decrecimiento de la base monetaria (eje sobre el que se centró infructuosamente la gestión de Sandleris donde el lema fue “Crecimiento Cero”) y la política de administrar los agregados u oferta monetaria. Así es que los depósitos (cuenta corriente, caja de ahorro y plazos fijos) forman parte de la oferta monetaria pero no de la base monetaria. La base monetaria es la circulación monetaria en poder de público y bancos-encajes técnicos- más los saldos delas cuentas corrientes que tienen los bancos en el BCRA. Hoy día lo que explica las variaciones principales de la base monetaria son los adelantos transitorios y giros de utilidades del BCRA al Tesoro como así también la compra de divisas al Tesoro y al sector privado que hace el propio BCRA. Mientras que, por ejemplo, la oferta monetaria crece cuando un banco otorga un préstamo a una empresa y le aumenta el saldo de su cuenta corriente. De inverso modo, la oferta monetaria se detrae cuando una empresa cancela un préstamo. Dicho esto, habrá que avizorar si la nueva política monetaria optará por aceitar el mecanismo de transmisión plazos fijos/leliqs, o bien, plazos fijos/préstamos.Ahí se verá realmente  la línea directriz de una autoridad monetaria que pretenda apuntalar a la economía real, o bien, proseguir con la especulación de las Leliqs.

Se verá cuan vigoroso es el proceso de creación de dinero de los bancos y cómo reacciona el BCRA a este respecto.

En el devenir de los próximos años del manejo de la política monetaria entonces la lupa estará en el movimiento de los saldos de los depósitos que tienen los bancos (oferta monetaria).

Otro aspecto que desde el mercado es esperable es que se dispare la velocidad del circulante monetario. Esto provocará una mayor ansiedad en los agentes económicos por desprenderse rápidamente de los pesos, también teniendo en cuenta la existencia de una inflación reprimida que en 2021 amenaza superar el umbral del 50 %.

El 2021 tendrá lugar un año electoral atípico y se generará un ciclo económico de origen político mientras se negocia un acuerdo de austeridad con el FMI. La atipicidad estará dada porque en los albores de años electorales los gobiernos suelen bajar la presión fiscal y otorgar cierta laxitud monetaria de modo que el electorado enfrente el acto eleccionario con un buen humor, máxime en un contexto donde la pobreza no cesa de crecer.

La pobreza ya alcanzó guarismos más que preocupantes. Desde el Gobierno dicen querer evitar la devaluación porque generará aún mayor pobreza. Sin embargo, consultoras han relevado que sopesando los beneficios y problemas de una devaluación, el saldo a generarse en la Balanza Comercial será un evento más que superador. El pasaje a precios no será importante.

El Gobierno insiste en desplegar un suerte de Plan Wisconsin para atender “a todas y todos y que nadie quede afuera”, sin embargo, las arcas fiscales ya no soportan más. Ni el propio Keynes o Galbraith se animarían a ello…

Argentina nuevamente a contramano de un mundo donde el dólar se deprecia y los bancos centrales salen a comprar bonos para inyectar liquidez.

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