19 de Noviembre de 2020 - 14:49

El Estado parásito

El tamaño del estado está asfixiando a la actividad privada. El gasto público con su peso específico se encarama a alcanzar al 50 % del PBI. Con semejante lastre la caída del PBI será del 20 %. Argentina es una máquina de expulsar inversiones.

Por Marco Esdras

La indisciplina fiscal está siendo signada por un gasto público obsceno por su cuantía y por su discrecional direccionamiento.

Claramente no está en la hoja de ruta del gobierno analizar una poda sustantiva del gasto público. Paralelamente existe una miríada de tributos distorsivos que no cesan de socavar y succionar al entrepreneruship.   Hay un placebo el cual consiste en hacer roll over de vencimientos de deuda pública en pesos y mantener así un cronograma de vencimientos atendibles cuyos acreedores son eminentemente los bancos.

En efecto los bancos son los únicos oferentes que se presentan en las licitaciones de letras atadas a la tasa de pases pasivos y de aquellas otras atadas a la inflación (más precisamente al CER). Los bancos están destinando su liquidez a posiciones en pases del BCRA, Leliqs y en los instrumentos de deuda pública recientemente nombrados.

Esta situación genera lo que se denomina un efecto desplazamiento o “Crowding Out”. Para ser concisos esto significa que el déficit fiscal generado por el gasto público es atendido con fondos que en lugar de ser derivados para financiar proyectos de inversión privados de alto valor agregado (generadores de empleo y de productividad), deben acudir a salvaguardar al erario público. Se trata de una situación donde la capacidad de inversión de las empresas se reduce debido a la deuda pública, es decir, es la expulsión del sector privado de la economía por parte del sector público. Dicho en otras palabras, esto significa que las empresas y las familias tienen el grifo cerrado. El notable perjuicio es la falta de soluciones al déficit habitacional (pese a la reedición del Procrear recargado y los préstamos hipotecarios convencionales brillan por su ausencia, o bien, son de imposible aplicación para sus aspirantes) y la falta de abastecimiento crediticio a empresas demandantes de capital de trabajo y prefinanciación de exportaciones.

Desde el gobierno se pretender enfatizar sobre la existencia de un estado omniprotector y omnipresente cual si fuera la hiperbolización del célebre Estado de Bienestar. En ese lugar se materializaría la cuestión teorética de que los agentes económicos están atendidos formidablemente por los servicios públicos (algo que contrasta con la propia realidad)…. Concomitantemente  no se estimula las economías crecientes de escala ni aquellos vectores con diferenciales de productividad. No se analiza la calidad del gasto público. La gestión de la hacienda pública se torna paupérrima. La evidencia empírica ha demostrado que la reducción del PBI se intensifica con el aumento del gasto público.

La caída prevista en el PBI 2020 según el presupuesto es del 12,1 %, sin embargo, varios analistas del mercado ubican dicho guarismo en el orden del 20 %. La Unión Industrial Argentina acaba de sindicar al Fisco como un catalizador de exacciones (ej: el impuesto a las fortunas).

 La dinámica del sector privado es la contracara de un sector público parasitario.  La consecuencia de una economía con un sector estancado y otro progresivo es un crecimiento desequilibrado. Es lo que en la literatura se conoce como “Mal de Baumol”.  Un desarrollo equilibrado exigiría que los progresivos excedentes de renta generados por los sectores se dedicasen a invertir en tecnología con mejoras de productividad y relocalización de factores. Los diferenciales de productividad se trasladan a los costos unitarios de los sectores tecnológicamente más atrasados. Por ello a este fenómeno también se lo conoce como “La Enfermedad de los Costos”.

Dicho de otro modo, esta enfermedad de los costos se plasma en que dado que en los sectores con incremento escaso o nulo de la productividad los salarios también aumentan con el tiempo, y como estos aumentos no pueden financiarse con aumentos de productividad, se financian con aumento de precios. He aquí el germen de la inflación y de la nominalidad que funciona como un efecto neblina que impide hacer cualquier planificación y/o programación.

Dentro de este esquema lapidario, paradójico y controversial, se destaca la postura que vislumbra el ministro de desarrollo productivo quien está enfocado en que la economía se debe basar en la gestión de la oferta, la productividad y la inversión, y no en el resultado exclusivo de la demanda. Celebra acuerdos sectoriales, fomenta líneas de crédito subsidiadas, apuesta al desarrollo de los parques industriales, preconiza la Economía del Conocimiento… sin embargo termina chocando con la “Política”.

La Argentina, de aspirar a ser un estado estacionario en el largo plazo, hoy se está hundiendo enun lamentable estado parasitario, fagocitado por su ineficiencia. 

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