El escándalo de la mercadería “trucha” de Importado Baires apunta al mal funcionamiento de la Aduana
Desde la investigación inicial hasta la denuncia y allanamiento, todo fue realizado la Policía de la Ciudad. Aunque la mercadería apócrifa de “Importado Baires” se vendía a cuatro cuadras de la Aduana, y fue traída al país justamente a través de ese organismo.
Desde el 2016, en la Aduana puede pasar de todo. Desde la venta de anteojos de contrabando en la puerta de un edificio de la AFIP (https://www.minutodecierre.com/nota/2017-9-15-14-33-0-venta-de-anteojos-de-contrabando-en-la-puerta-de-la-auditoria-de-afip); la importación de vagones para el subterráneo sin pagar impuestos aunque sea obligatorio (https://www.minutodecierre.com/nota/2019-12-12-20-17-0-gomez-centurion-eximio-al-subte-de-u-s-47-millones-por-derechos-de-importacion-por-pedido-y-presion-de-un-despachante-vinculado-al-pro); un jefe del organismo acusado de pedir coimas para liberar contenedores a través de un amigo suyo, a pesar de lo cual no sufrió ninguna consecuencia judicial (Juan José Gómez Centurión y la saga conocida como “Mafia de los Contenedores”); entre tantos otros hechos insólitos.
El último de todos ellos es “Importado Baires”, un show room (más que negocio abierto al público en general) que, como indica su propio nombre, vendía anteojos, relojes, ropa y calzado traídos desde otros países, lo cual implica un obligatorio paso por la Aduana. El problema es que promocionaba -inclusive a través de jugadores y famosos varios- la venta de prestigiosas marcas como Versace, Ray Ban, Adidas, Nike, Dolce & Gabanna, Louis Vuitton, Channel, Gucci o Christian Dior, entre otras; pero en realidad se trataba de imitaciones, lo que se conoce vulgarmente como mercadería “trucha”.
“Importado Baires” tenía 51.000 seguidores en Instagram, la red social donde se mostraba a jugadores de fútbol como Paulo Díaz (River), Gastón Ávila (en Rosario Central, su pase es de Boca), ex como Claudio “El Turco” García, o cantantes como Ulises Bueno (hermano de “El Potro” Rodrigo), mostrando las bolsas con compras del lugar. Con este alto perfil en redes, más una simple visualización de la mercadería, la Aduana podría haber sospechado que se trataba de fraude marcario. Sin embargo esa tarea, pomposamente llamada de “ciberpatrullaje”, fue realizada por abogados de las propias marcas damnificadas y la Policía de la Ciudad, mientras la Aduana miraba para otro lado, pues previamente dejó entrar esa mercadería a través de un mecanismo donde hay funcionarios clave involucrados.
El allanamiento, la dueña y el “vacunatorio” VIP
El miércoles pasado se realizó el allanamiento, algunas de cuyas fotos se revelan en esta nota. De acuerdo al acta policial, en el “showroom sito en Alicia Moreau de Justo 740, Piso 3°, Oficina 17 de esta ciudad”, por una causa judicial que tramitan el juez en lo penal y contravencional Rodolfo Ariza Clérici, el secretario Diego Cruzo y la fiscal Celsa Ramírez. Según la misma acta judicial, la “génesis” del allanamiento fueron “tareas de ciberpatrullaje realizadas por personal de esta División (Defraudaciones y Estafas de la Policía porteña), donde se logró identificar a través de redes sociales, una oficina, en la que comercializaban prendas apócrifas”.
A raíz de ello, la fiscalía solicitó al juzgado el allanamiento, que finalmente se realizó el pasado miércoles 17 de marzo. En el mismo se detuvo a la encargada -y supuesta dueña- de “Importado Baires”, Karina Sofía Villafañe, DNI 32.460.333, domiciliada en Avellaneda. Además de su detención, el allanamiento llevó al secuestro de 2.237 prendas.
Aunque a nivel mediático todo esto quedó en la anécdota de grandes marcas falsificadas, en la Aduana se desató una tormenta de comentarios, dedos acusadores y acusaciones cruzadas. Todo ello, por el hecho obvio que esa mercadería “trucha” sólo pudo haber sido ingresada al país por el organismo que controla -o hace que controla- exportaciones e importaciones. Desde el miércoles pasado ya se hablaba de “bagayo” textil, un término que en la jerga aduanera se circunscribe principalmente a electrónicos traídos al país mediante contrabando o subfacturación.
Como siempre que llega “bagayo”, uno o varios funcionarios aduaneros autorizan, miran para otro lado o cometen errores involuntarios (esto último en el mejor de los casos). Si la justicia porteña trabaja con énfasis, siguiendo la pista de la mercadería apócrifa que se vendía en “Importado Baires”, obligatoriamente llegará a algún punto de falla -intencional o no- de la Aduana.
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