09 de Julio de 2019 - 09:38

Falleció Fernando De la Rúa

El óbito de Fernando De la Rúa (1937/2019) nos impone reflexionar acerca de su personalidad y trayectoria, no tan siquiera por la circunstancia de haber sido presidente de la República (1999/2001) sino sobre todo por tratarse de una figura pública que supo descollar en la escena política argentina por más de tres décadas. 

Por: Diego Barovero 
Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano

Nacido en Córdoba en el seno de una familia radical ligada íntimamente al líder partidario de su provincia Amadeo Sabatttini, destacó desde muy joven como abogado y catedrático siendo su especialidad el derecho procesal. 
Su primera experiencia en de gobierno fue como jefe de asesores de Juan Palmero, ministro del Interior en la presidencia de Arturo Illia, luego de cuyo derrocamiento resolvió domiciliarse en la Capital Federal.

De aquella determinación surgió en su momento el rechazo al convite que le formulara Arturo Mor Roig para que lo acompañe en el gabinete del ministerio del Interior que procuraría la normalización constitucional por encargo del presidente de facto Alejandro Lanusse: tenía pensado hacer política en el distrito porteño con el padrinazgo de Julian Sancerni Jiménez el mítico caudillo radical de la capital.

Y así fue. En 1973 saltó al estrellato al convertirse en senador nacional - el más joven que le ganó el mote “Chupete”- tras ganarle el balotaje por la tercera banca al  candidato del Frejuli, Marcelo Sánchez Sorondo. Su desempeño electoral inclinó la balanza a su favor en la Convención Nacional de la UCR que proclamó a Balbín nuevamente candidato a presidente (por cuarta vez) para enfrentar en los comicios de septiembre  al retornado Juan Domingo Peron que iba en busca de su tercer mandato. “Balbín, De la Rúa, la lucha continúa” coreaban sus partidarios. La esperable derrota no menguó su prestigio que continuó en ascenso ya que desarrolló una destacable labor como legislador.

Desde entonces fue una figura presente y casi insoslayable de la política nacional. Con la retirada de la dictadura cívico militar en 1983 intentó ser candidato presidencial por la UCR, pero el liderazgo carismático de Raúl Alfonsin arrasó sus deseos aunque le permitió acordar una nueva candidatura de este cordobés aporteñado para representar a la capital en el Senado que consiguió por amplia diferencia sobre sus adversarios peronistas en aquella avalancha de votos que llevó al radicalismo nuevamente al gobierno luego de 20 años. 

Volvió a demostrar sus dotes parlamentarias a través de todo el período y buscó su reelección en el escaño de la cámara alta que ganó en el voto popular pero le fue birlado por un acuerdo entre el peronismo liderado por Carlos Menem ya presidente electo y la familia Alsogaray. Allí comenzó otra historia en la vida política de Fernando De la Rúa. Sin proponérselo, al victimizarlo sustrayéndole una banca que había ganado legítimamente, el peronismo inventó a un líder del no peronismo.

Durante una década De la Rúa fue la antítesis de lo que representaban Menem y el PJ de los noventa. El desparpajo, la chabacaneria, el despojo, la corrupción menemista tenían su contracara en el atildado, austero y circunspecto profesor de derecho procesal. Así empezó a construirse un candidato capaz de poner fin a aquel turno peronista. De la Rúa ganó todas y cada una de las elecciones que se sucedieron desde entonces (diputado 1991, senador 1992) y aunque se opuso a la reforma constitucional surgida del pacto de Olivos entre Menem y Alfonsin que instauró los institutos que fueron claves para construir la plataforma política que puso fin a la hegemonía peronista (gobierno autónomo de la capital y balotaje presidencial) se convirtió en el primer gobernador electo de la Ciudad de Buenos Aires (1996). Vivió entonces su hora más gloriosa. Todos querían salir en la foto a su lado, los candidatos a todas las categorías en todos los distritos querían su acto con él. El más inteligente de todos fue el lider natural del radicalismo Raúl Alfonsin, su más firme y consecuente adversario, quien se convirtió en su principal sponsor convirtiéndolo en presidente de la UCR como paso previo a bendecir su candidatura presidencial luego de construir la alianza electoral con el Frepaso, integrado por peronistas descontentos y algunos dirigentes de centroizquierda, para evitar la dispersión del voto opositor y competir seriamente con el peronismo. El ensayo fue exitoso en las legislativas de 1997 y en las presidenciales de 1999 que consagraron presidente a De la Rúa.

Sin embargo había llegado a la silla de primer magistrado sin ser el auténtico jefe de su partido, aunque tal vez ello nunca le importó seriamente ni buscó serlo. Tenía una estructura mental distinta. No era un líder ni un caudillo. Quizá eso lo llevo a cometer errores serios, como encerrarse en un círculo asesor estrechísino mayoritariamente integrado por familiares y funcionarios sin anclaje político.  O aferrarse a recetas económicas que se encontraban agotadas y en un contexto global desfavorable profundizaron el malestar social  (“conmigo un peso, un dólar”). Sus dudas ante la posibilidad de ensayar cambios, la fractura de la alianza que lo llevó al poder y la confabulación de intereses políticos,económicos y corporativos fueron determinantes para quebrar su voluntad y llevarlo a renunciar la tarde del 20 de diciembre de 2001 a la mitad de su mandato.

Desde aquel día De la Rúa se retiró definitivamente de la arena política. Se dedicó exclusivamente a defenderse de los procesos judiciales que recayeron sobre él y a procurar la reivindicación de su gestión (escribió sobre ello un par de libros) y denunciar que había sido víctima de un golpe institucional. No es el caso analizar ni juzgar su obra de gobierno. Baste señalar que como presidente respetó las libertades y la división de poderes (no poseía mayoría en las cámaras del Congreso) y el federalismo (la mayoría de las provincias era gobernada por opositores). Fue un presidente democrático y honesto y aunque fue acusado por corrupción, recibió un fallo absolutorio por parte de un tribunal independiente en un juicio justo. 


 

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