19 de Septiembre de 2014 - 11:09

El problema es la conducción política y no la economía

Por Lucio Di Matteo


“Estos pibes no entienden que ya no tenemos el 54% de los votos”. La confesión, tan breve como sincera, es de un importante funcionario del Gobierno Nacional, en obvia referencia a los cuadros de La Cámpora, especialmente aquellos que conducen el Ministerio de Economía.
El capital político de Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo importante. Pero el país ya no está en la “luna de miel” típica de los primeros 100 días de gobierno. La relación entre gobierno y sociedad se parece más a la de un matrimonio de muchos años, con riesgo de divorcio.
La frase, además, surgió tras una discusión sobre los problemas que aquejan hoy a la Argentina: default, inflación, dólar Blue 80% superior el oficial, pésimo clima de negocios y un largo etcétera. El funcionario batalla a diario para mantener su área bien administrada, y cree que “en enero se soluciona todo”, tras pagarle a los fondos buitre el fallo del juez Griesa. Pero también sabe que hasta enero faltan más de tres meses que pueden ser muy largos.
Su opinión expresa la de todo funcionario kirchnerista que no pertenece a la agrupación juvenil fundada por Máximo Kirchner. La síntesis tantas opiniones es la siguiente: la conducción económica de Axel Kicillof no da pie con bola, y la presidente Cristina Fernández de Kirchner sigue confiando en él.
Las frases contra el Estilo Cámpora se cuentan por centenares. “Donde llegan, hacen desastres”. “Son unos cachivaches”. “Se creen revolucionarios y son unos nabos”. “El peronismo los está esperando con la servilleta en el cuello, el cuchillo y el tenedor”. Por supuesto, todo pertenece al universo del off the record, que brinda esa sensación simultánea de impunidad y libertad.
Los mismos críticos mantienen una luz de esperanza: que Cristina vuelva a a su tesis original, en el sentido que la clave siempre está en la política. Y que descarte la visión que siempre ubica la culpa afuera: buitres, oposición, yankis, empresarios inescrupulosos y una interminable Liga del Mal.
Entre las razones de la esperanza, ubican a la permanencia de Juan Carlos Fábrega en el Banco Central, a pesar de los permanentes intentos de Economía por desplazarlo. El presidente de la entidad monetaria rectora fue apodado “El Garante”. A esta altura, no se sabe muy bien de qué activo, pero sí de una dosis de racionalidad.
Es cierto que Axel Kicillof impulsó algunas medidas que, gusten o no, arrojaron resultados positivos: la expropiación de YPF, los planes Procrear y Procreauto, arreglos con el Club de París y la propia Repsol, el Dólar Ahorro como flexibilización del cepo cambiario. Pero también es verdad que en los últimos tiempos no sabe cómo generar lo más necesario: confianza de que Argentina saldrá de la situación actual.
Una vez más, como en cada crisis, el rol principal recae en la conducción política del más alto nivel. Muchos funcionarios ruegan por un cambio de rumbo, y gran parte de los argentinos también. El problema, una vez más, no es la economía, sino la política.

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