Soberanía monetaria: de Rosas a Milei
Por Marco Esdras
Uno de los aspectos de la soberanía de una nación es la defensa de su moneda. Por lo menos, esa concepción es la que primó históricamente en el desarrollo mundial de los estados. Se escribe sobre soberanía territorial, soberanía económica; en fin, se celebra el Día de la Soberanía, entendiéndose ésta como la capacidad de un estado nacional para autodeterminarse en el concierto internacional. En las Provincias Unidas del Río de la Plata y, anteriormente en el Virreynato, circulaban monedas metálicas acuñadas en diferentes aleaciones, muchas de ellas con manufactura en Potosí, otras en las Sierras de Famatina y aquellas procedentes de España, la Metrópoli. En síntesis, el fortalecimiento y la consolidación de la moneda nacional formaron parte del proyecto independista de 1816. Y así lo concebía también Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (al momento de la declaración de la Independencia en San Miguel del Tucumán). ¿Por qué destruimos la moneda? Quizás el craso error de los miembros del Congreso Independista fue proclamar una Constitución en 1819 que sólo pugnara por expulsar europeos y que no defendiera cabalmente los derechos de propiedad (ej.: se podía expropiar sin indemnización previa).
En todas las etapas de la historia contemporánea, se observa la dependencia hacia el endeudamiento proveniente del extranjero; situación que se itera hasta la actualidad. La deuda externa ha estado omnipresente desde la independencia que celebramos todos los 9 de julio (1816-2025). Empero, lo peor de la historia es la corruptela conexa a estas operaciones de empréstito público. No en vano, Mariano Moreno y Manuel Belgrano coincidían en lo pernicioso del endeudamiento crónico. Moreno (Plan de Operaciones 1810) espetaba que no era partidario de la solución del problema fiscal a través del endeudamiento, el cual desaconseja tajantemente. Define a los empréstitos como un “recurso miserable”. Mientras tanto, Belgrano (Escritos Económicos 1810) decía socarronamente “Estos cálculos apurados hasta el exceso por algunos escritores ingleses, no son propios sino para entretener las imaginaciones ociosas y pueden introducir principios viciosos en una nación”. Este prócer esgrimía que, en materia de deuda, no es la misma naturaleza la de un Estado que la del sector privado. Alberdi en sus “Bases”, en cambio afirmaba como algo positivo acudir a empréstitos para la construcción de ferrocarriles pues ello conllevaría a lograr mayores ganancias respecto a los intereses oblados.
La Argentina vivió con un sistema de moneda metálica-bimetálica (oro y plata) hasta la aparición del papel moneda en Buenos Aires en 1822. En un primer tiempo, ese papel moneda era de aceptación voluntaria y podía cambiarse por el metal prometido. Pero en 1826, y antes las dificultades de la Guerra contra el Brasil-que fue más costosa que la Guerra de la Independencia-, se dispuso el curso forzoso de esa moneda delegada, de esos certificados que sólo quedaban respaldados por la fe que daba el emisor, por lo mismo llamada moneda fiduciaria.
Durante más de un siglo, todo el papel moneda emitido en nuestro país por los gobiernos provinciales y luego por el gobierno nacional estuvo siempre referido de un modo o de otro a las tenencias de oro y plata de los emisores. La referencia era fluctuante y siempre motivo de conflicto, porque con la facilidad de imprimir “dinero” con ínfimo costo la fe pública era burlada con frecuencia. El gobierno de Juan Manuel de Rosas recibió en 1829 la provincia con un circulante de 15.000.000 de pesos y la dejó empapelada con 119.000.000 en 1832. De más está decir que esos pesos valían muy poco en referencia al oro y a la plata. Es interesante observar que ese gobierno, poco cuidadoso de las instituciones y de vocación populista, fue el primer gran usador de la inflación como recurso de política económica.
Luego de la batalla de Caseros (1852) y de la batalla de Pavón (1861), el descalabro fiscal fue dantesco y en el territorio actual nacional circulaban una pluralidad de monedas metálicas acuñadas en los sitios mencionados en el párrafo primero, en añadidura al papel moneda. Pero peor aún fue la desprolijidad monetaria descontrolada que generó la Guerra del Paraguay (1864-1870). En aquel momento, tuvo lugar la alianza entre Estanislao López y Justo José de Urquiza contra Buenos Aires, lo que terminaría generando, entre otros aspectos, el surgimiento de los derechos de exportación (tan discutidos en la historia económica nacional como el tema de la Aduana).
La soberanía monetaria entendida como la preservación del valor del signo monetario nacional es un tópico que siempre fue responsabilidad del Príncipe, Gobernador. Ciertamente, cuando la moneda metálica era acuñada llevaba consigo el sello de tal investidura. Dependiendo de la forma de gobierno, sea esta república, monarquía (entre otras) y del sistema económico vigente en la historia, vgr., feudalismo, capitalismo; difería la institución encargada de velar por el valor de la moneda. En Argentina, de acuerdo con la Carta Magna (aquella de 1853 que reconoce su excelsa contribución en “Las Bases de Alberdi”) es potestad del Parlamento fijar el valor de la moneda. Asimismo, el Poder Legislativo delega en el B.C.R.A. su facultad de establecer y preservar el valor monetario.
Defender el valor de la moneda nacional es defender los intereses de los propietarios de los factores productivos que forjan la producción nacional-dicho de otro modo, significa velar por la integridad del valor del salario real de los trabajadores-; y salvaguardarlos ante cualquier intento de desestabilización, especulaciones y corridas cambiarias. La manera de fortalecer el Ingreso Nacional es generando valor agregado y corrigiendo las deficiencias estructurales, situación que se ha venido posponiendo toda vez que los aspectos coyunturales han prevalecido en la dinámica económica; cuestiones altamente recurrentes en la historia económica argentina (ej. la baja productividad y falta de innovación tecnológica).
La historia argentina se sigue escribiendo y el tiempo pondrá en su lugar la labor de Javier Milei en materia de Teoría Monetaria.
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