04 de Noviembre de 2025 - 12:33

El sainete de la neodolarización

Lo que en Wall Street es euforia, en Argentina se traduce como preocupación. Se vuelve a insistir sobre la posibilidad de imponer al dólar como moneda. Prima la incertidumbre respecto la política cambiaria para sortear con éxito un verano caldeado por la escasez estacional de divisas y la discusión entre el FMI y el Departamento del Tesoro de los EE. UU respecto a cómo Argentina podría reestructurar la cancelación de sus pasivos. Preocupa un horizonte temporal limitado circunscripto al año 2027. ¿Hay oxígeno después de la gestión libertaria o se impone la reelección de Javier Milei? Mientras se aguardan a las privatizaciones y al festival de colocaciones de ON de empresas argentinas, se traman las estrategias hacia un tipo de cambio único, o bien, hacia la dolarización. 

Por Marco Esdras

La sostenibilidad de la flotación sucia es un fenómeno que acucia a la estabilidad en la planificación financiera de empresas. El déficit crónico de la Cuenta Corriente pareciera iterarse y no hay indicios de que se disipe en el corto plazo. Se exponen teorías respecto del desarrollo de inversiones con alto valor agregado, pero de momento la distancia a su materialización luce como un problema sin solución de continuidad. “Vienen hablando de Vaca Muerta y de la minería desde el gobierno de Macri y la única realidad de la Argentina es que todo se vuelve costa arriba: desde los costos tributarios hasta la estabilidad legal”, se exculpaba el gerente de una planta fotovoltaica de la Patagonia. 

Todo esto se suscita frente al retorno de propuestas dolarizadoras. Se renuevan apuestas y consensos en el Parlamento. Hay quienes se ufanan de plebiscitar una dolarización. Lo cierto es que desde el inicio de la gestión Milei el tipo de cambio oficial se ha duplicado, pasando desde los $ 800 a los $ 1.600; mientras que la Base Monetaria se ha multiplicado por 4 pasando desde los $ 10 millones hacia los $ 40 billones actuales. 

“Hasta que el tipo de cambio no flote y se deroguen las normas de control de cambios que afectan a personas jurídicas, la prima de riesgo país no podrá descender por debajo de los 400 puntos básicos y muchos menos cumplir el deseo de Milei de llevarlo a 200”, resaltaba un analista. 

Si el peso argentino no flotare libremente, se va a estar en presencia de un remake del crawling peg, un sistema que ya le ha traído consecuencias indeseables al devenir económico. Esta suerte de “tablita” no sólo es repudiada por el FMI sino también el Departamento del Tesoro de los EE. UU, el salvador de última instancia del programa financiero imperante. “Fogonearon un blanqueo, luego hubo un festival de ON, llegaron al FMI con un programa cuestionable de Usd 20.000 millones y ahora se arrodillan ante el Gobierno de los EE. UU”, acentuó un  operador bursátil. 

Generó resquemores en el mercado el hecho de que diversos representantes del Gobierno hayan manifestado que, en la antesala eleccionaria, se generó una marginal volatilidad propia del ciclo político cuando, en rigor de verdad, sin el subsidio de los EE. UU (USD 2.000 millones) el fenómeno cambiario e inflacionario hubiera sido dramático. En efecto, se han observado incrementos sustantivos en varios productos constitutivos de la canasta básica de consumo de las economías domésticas.  

Tampoco surtió efecto el anuncio del swap materializado entre la Reserva Federal de New York y el BCRA. “Queda la sensación que entre el gobierno argentino y Bessent armaron un aparato proselitista, mientras que la realidad discurre por otro andarivel”, sintetizó un armador político de la oposición en Ciudad de Buenos Aires. Así es que se avistaron jets de los EE. UU aterrizando en la ciudad capital conjuntamente con el CEO de JP Morgan. Sin embargo, se asiste a un intervalo de espera respecto a las garantías para que los Fondos de Inversión aparezcan. 

En el interín, Giorgieva y Bessent dirimen los mecanismos que le darán a Argentina para que pueda repagar sus compromisos. Los técnicos del FMI están recalibrando metas mientras aguardan el invierno boreal. Quizás la salida más práctica sería que pronto los argentinos rompan los colchones y saquen sus dólares para avalar una neodolarización, término onírico en el sentido que pareciera que ya existe una dolarización de facto en Argentina donde existe una formidable informalidad que se mueve al son de la cotización del dólar blue.

Si Menem tuvo derecho a su reelección, Milei estaría en la misma frecuencia y eligiendo los mismos caminos.  

 

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