26 de Marzo de 2024 - 12:34

Inquietud en la Aduana por el suicidio de un inspector: hacen responsable al director del Puerto de Buenos Aires

El desenlace trágico se produjo por motivos personales. Pero los que conocían al guardia fallecido apuntan que estaba “congelado” por decisión del director de la Aduana Buenos Aires, Claudio Di Giannantonio. Un sueldo que no le alcanzaba, mientras otros empleados del organismo exhiben riqueza, y el llamativo silencio o bajo perfil del gremio.

La discrecionalidad, el favoritismo y los castigos son -por desgracia- moneda corriente en la Argentina, tanto en el sector público como en el privado. Sin embargo, cuando el exceso de estos usos y costumbres -tan propios del ser nacional- produce un suicidio, los miembros de una organización se conmueven. Este fue el caso del inspector aduanero Gabriel Gustavo Bottiroli, a quien conflictos personales -que no vienen al caso, por supuesto- le terminaron resultando la gota que rebalsó el vaso.

Pero el problema es que la copa estaba llena tras años de abandono, ostracismo y castigo. En reiteradas ocasiones, el inspector fallecido pidió servicios extraordinarios (las llamadas horas extras) y cambio de destino, para elevar un sueldo que rondaba el millón de pesos. El responsable directo de haberle negado esa posibilidad es Claudio Di Giannantonio, director de la Aduana Buenos Aires. Un cargo que, en los hechos, abarca el control del puerto más importante del país.  

Todos quienes conocieron a Bottiroli, que llevaba alrededor de tres décadas en el organismo, coinciden sobre su honestidad. En la jerga de los aduaneros, el que “juega” es aquel funcionario -verificador, guarda, inspector o cargo jerárquico- que se enriquece facturando en negro. “Gabriel no jugaba, quizás por eso lo tenían congelado”, coinciden tres fuentes.

Como ocurrió en tantos otros casos, este empleado de carrera no tenía siquiera un escritorio, computadora y teléfono a disposición. “Llevaba mucho tiempo sin que le den tareas, eso lo tenía muy mal. Es una especie de apremio psicológico, lo ignoraban a propósito. Esta fue la base del desenlace final”, cuenta un ex compañero.

 

La responsabilidad jerárquica y el silencio del gremio

 

La responsabilidad directa sobre el congelamiento (metáfora usada en los medios y la política), el “apremio psicológico” o la falta de función del funcionario suicidado es de Claudio Di Giannantonio, director de la Aduana Buenos Aires. Algunos apuntan más arriba, pero la decisión directa es del mencionado. Algunos recuerdan otro caso, aunque con un desenlace más tranquilo. Un guarda frenó un contenedor del importador Rolando Rivas porque vio inconsistencias entre lo declarado y la mercadería, y la decisión de Di Giannantonio fue desplazarlo a otro destino, además de liberar la carga. Esto fue contado en exclusiva a través de una nota de Minuto de Cierre: https://www.minutodecierre.com/nota/2022-11-10-12-11-0-tension-en-la-aduana-por-el-desplazamiento-de-un-jefe-operativo-que-paro-un-contenedor-del-importador-rolando-rivas.

Entre el personal del organismo, causó indignación la poca reacción del Sindicato Único del Personal Aduanero de la República Argentina (SUPARA), que sólo se limitó a un comunicado manifestando su pésame, con total invisibilidad en la Home de su página web. A diferencia de, por ejemplo, el caso del guarda Omar Ramírez, que fue livianamente denunciado por Germán Muiño, que había llegado a la Aduana de la mano de Silvia Traverso, y ya no forma parte del organismo.

Ese caso fue desarrollado en detalle por este medio, incluyendo la protesta del SUPARA -a diferencia del último caso- en el hall central del edificio de la Aduana: https://www.minutodecierre.com/nota/2022-5-9-21-56-0-los-aduaneros-realizaron-una-protesta-en-la-sede-central-del-organismo-por-el-suicidio-del-guarda-omar-ramirez. En una medida reivindicatoria y justa, aunque ninguna vida se devuelve, el entonces director general de Aduanas, Guillermo Michel, designó a su hija como funcionaria, haciendo uso de una reglamentación vigente.

Habrá que ver si la actual titular del organismo, Rosana Lodovico, ayuda de igual forma a la familia de Bottiroli. Por otra parte, difícilmente Di Giannantonio corra la suerte de Muiño, ya que es empleado de carrera de la Aduana. Además, “El Tano” parece tener protección del SUPARA, del cual fue directivo, y de importadores del ramo que lo tuvo como director, el de Máquinas.

La protección del hombre fuerte de la Aduana Buenos Aires es tanta que, en una ocasión, llegó un exhorto judicial preguntando por él, con tanta suerte que el juez escribió mal su apellido -decía Di Gianantonio-, y las autoridades del organismo se olvidiaron que sumando una consonante -la n doble- se aportaban pruebas. Esa causa ya prescribió, pero la anécdota es indicativo de cómo algunos aduaneros tienen protección en todos los gobiernos, en tanto que otras son la contracara y sufren el castigo.  

 

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