Toto, el lobo de Wall Street: "Esta vez es diferente"
Luis “Toto” Caputo pelea contra su sombra y su pasado. Es consciente que, si esta vez falla, no tendrá más atajos que el ostracismo. Sus cartas: el superávit interno y el déficit externo. Una alquimia que pude terminar con la reivindicación de su acérrimo adversario.
Por Marco Esdras
La inversión del primer semestre alcanzó el 18,9 % del PBI, la más alta en 15 años. Y Toto Caputo, escenificando actos victoriosos tal como los que lo condecoraron en Wall Street durante los 90, se alza con el triunfo explicando que ahí está el germen del déficit de la Balanza por Cuenta Corriente que actualmente se ubica en el 2,1 % del PBI.
La Balanza por Cuenta Corriente, la Función Ahorro y Función Inversión están estrechamente relacionadas. El saldo de la Cuenta Corriente es igual a la diferencia entre el ahorro y la inversión nacional. Si una economía ahorra más de lo que invierte, tendrá un superávit en Cuenta Corriente, prestando al resto del mundo. Si invierte más de lo que ahorra, tendrá un déficit, pidiendo prestado al resto del mundo o enajenando activos (esta situación aplicaría a la situación actual de la economía argentina).
En países que gastan mucho más en el exterior de lo que ingresan como es el caso argentino, la Cuenta Corriente es el punto donde la economía internacional choca con la realidad política. Entonces cabe formular el siguiente interrogante: ¿Son los déficits por Cuenta Corriente necesariamente malos? Según Luis “Toto” Caputo, la respuesta es No.
La tesis del ministro argentino, el Lobo de Wall Street, es que, para las economías en desarrollo con escasez de capital, que tienen más oportunidades de inversión de las que pueden permitirse debido al bajo ahorro interno, un déficit en Cuenta Corriente puede constituirse en un fenómeno positivo. “Un déficit potencialmente estimula un crecimiento más rápido de la producción y del ingreso agregado propendiendo hacia el desarrollo económico”, comentaba a MinutodeCierre un antiguo compañero de andanzas de “Toto” en Wall Street. Aunque investigaciones recientes no indican que las economías en desarrollo con déficit en cuenta corriente crezcan más rápido per se (tal vez porque sus sistemas financieros internos menos desarrollados no pueden asignar el capital local y mucho menos el extranjero de manera eficiente). Además, en la práctica, el capital privado, así como ingresa al sistema emigra raudamente hacia las economías desarrolladas.
Echando un vistazo a la realidad, ya sabemos que al Lobo de Wall Street le interesa persistir en el déficit de la Cuenta Corriente. El interrogante que cabría plantearse es si le importa cuánto tiempo estaría dispuesto a que Argentina se halle registrando un déficit en Cuenta Corriente. Mientras esta situación perdure, Argentina acumulará pasivos con el resto del mundo que se estarán financiando con flujos en la Cuenta Financiera. Dicho de otro modo, Argentina seguirá aumentando su endeudamiento en moneda dura. La praxis indica que si un país malgasta sus fondos externos prestados en erogaciones que no generan ganancias productivas a largo plazo (como estaría aconteciendo en Argentina con la aplicación de fondos del upfront payment realizado por el FMI en el mes de abril por Usd 12.000 millones), entonces su capacidad de repago —su solvencia básica— podría verse seriamente comprometida. Esto se debe a que la solvencia requiere que el país esté dispuesto y sea capaz de generar suficientes superávits en Cuenta Corriente para repagar lo que ha tomado prestado para financiar los déficits pasados. Por lo tanto, si un país decide conservar un déficit en Cuenta Corriente (pedir más préstamos) dependerá del alcance de su deuda externa (tamaño y sostenibilidad) y de si ese endeudamiento lograre financiar la inversión con un producto marginal mayor que la tasa de interés que el país tiene que pagar por sus pasivos externos.
Este fenómeno no está contemplado en el programa vigente con el FMI y podría provocar un “estrangulamiento” en la Balanza de Pagos (crisis cambiaria).
Incluso si el país es solvente intertemporalmente —es decir, si sus pasivos corrientes podrán ser honrados con ingresos futuros—, su déficit por Cuenta Corriente podría volverse insostenible si no lograre obtener la financiación necesaria (Argentina en este momento tiene vedado su acceso al mercado internacional voluntario de capitales debido a la existencia de una prima de riesgo país del orden de los 700 puntos básicos más allá de la flamante colocación de Bontes a tasas ruines).
Ahora bien, las reversiones de flujos pueden ser severamente disruptivas, ya que el consumo privado, la inversión y el gasto público deben recortarse abruptamente cuando ya no hay financiamiento externo disponible y, de hecho, un país se ve obligado a generar grandes superávits para reembolsar rápidamente los préstamos obtenidos en el pasado (tal como aconteció durante gobierno de Néstor Kirchner donde a través de los superávits gemelos logrados, Argentina logró cancelar su exposición deudora con el FMI). Esto sugiere que, independientemente de si un país presenta un déficit en Cuenta Corriente (e incluso si este refleja tendencias subyacentes deseables), los déficits grandes y persistentes exigen cautela, para evitar que un país experimente una reversión abrupta y dolorosa de la financiación.
La investigación empírica sugiere que un tipo de cambio real sobrevaluado, reservas de divisas insuficientes, un crecimiento excesivamente rápido del crédito interno, shocks desfavorables en los términos de intercambio, un bajo crecimiento en los países socios y tasas de interés más altas en los países desarrollados influyen en la ocurrencia de reversiones de flujos. Argentina reúne varios de los eventos citados. Asimismo, la literatura también se ha centrado en la importancia de las vulnerabilidades de los balances en el período previo a una crisis (alarmas previas), como el grado en que los agentes económicos detentan excesivos pasivos en divisas como el dólar (situación que se está acentuando en Argentina), o los descalces de vencimientos que ocurren cuando las empresas tienen más pasivos a corto plazo que activos a corto plazo (o bien cuando directamente no tienen liquidez en moneda dura). Informes de research recientes también han subrayado la importancia de la composición de los ingresos de capital; por ejemplo, la relativa estabilidad de la inversión extranjera directa en comparación con flujos de inversión especulativos a corto plazo más volátiles (capitales golondrinas a los que apuesta el Lobo de Wall Street y que el BCRA patrocina habiendo eliminado los plazos de “parking” y los encajes bursátiles).
Por el contrario, un marco de política más flexible —como un régimen cambiario de flotación limpia, un mayor grado de apertura, diversificación de las exportaciones acompañada por políticas fiscales y monetarias coherentes (no acomodaticias)— combinado con el desarrollo del sector financiero podría ayudar a un país con déficits persistentes y recurrentes a ser menos vulnerable a una reversión al permitirle un mayor margen para una mejor absorción de los shocks externos. En estos menesteres está trabajando Federico Sturzenegger. ¿Estaremos en el preludio del regreso del Coloso?
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