Megaoperativo contra los narcos en Brasil: la masacre en Río de Janeiro suma más de 120 muertos
Las calles de las favelas de Río de Janeiro se tiñeron de sangre tras el operativo policial más letal en la historia de la ciudad, que dejó más de 120 muertos, según denunciaron vecinos y testigos. Lo que las autoridades del estado habían presentado como un “operativo exitoso” con 64 fallecidos terminó revelándose como una masacre sin precedentes, en medio de la ofensiva contra el grupo narcocriminal Comando Vermelho.
Durante la madrugada, cientos de residentes del complejo de favelas de la Penha salieron a buscar los cuerpos de sus familiares en los callejones. Ante el silencio oficial, fueron los propios vecinos quienes denunciaron el número real de víctimas y trasladaron decenas de cadáveres hasta la plaza São Lucas, convertida en un improvisado cementerio y símbolo de la tragedia.
Testimonios desde las favelas: el horror contado por los vecinos
Mientras el secretario de Seguridad del estado, coronel Marcelo de Menezes Nogueira, mantenía el parte oficial en 64 muertos —entre ellos cuatro policías—, el panorama en las calles era otro. Los vecinos recorrieron los barrios más castigados con linternas, en busca de desaparecidos. “¡Asesinos, asesinos!”, gritaban frente a las fuerzas de seguridad, según relataron periodistas presentes en el lugar.
El recuento vecinal elevó la cifra de víctimas a más de 120 muertos, en una escena de devastación total. Para la población local, no hubo enfrentamiento: hubo una masacre. La versión oficial, en cambio, insiste en que el operativo fue una acción planificada para frenar la expansión del Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil.
Una operación de escala militar en las calles de Río
El operativo movilizó a 2.500 efectivos y se desarrolló como una ofensiva de estilo militar, destinada a frenar el avance territorial del Comando Vermelho, rival histórico del Primer Comando de la Capital (PCC) de São Paulo. Fundado en 1979 en las cárceles de Río, el Comando Vermelho extendió su influencia desde el narcotráfico hasta el tráfico de armas, ejerciendo control absoluto sobre vastas zonas urbanas.
Según medios internacionales, los enfrentamientos fueron de una violencia inédita. Los criminales usaron drones para lanzar granadas contra posiciones policiales, lo que demuestra el alto nivel de tecnología que manejan las bandas en Brasil. Las escenas de guerra paralizaron la vida cotidiana: escuelas y comercios cerraron, las avenidas principales quedaron bloqueadas y los enfrentamientos se prolongaron por horas.
Tensión política: el Gobierno federal cuestiona la “fuerza bruta”
La masacre generó una profunda fractura política entre el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y las autoridades del estado de Río. El ministro de Justicia y Seguridad Pública, Ricardo Lewandowski, criticó duramente la estrategia de “fuerza bruta” utilizada por las fuerzas locales y advirtió que, si el gobernador no logra controlar la situación, “tiene que tirar la toalla y pedir una intervención federal”.
“Si él no logra enfrentar el delito, será tragado por el crimen organizado”, afirmó el funcionario. Lewandowski insistió en que el combate al narcotráfico debe basarse en “inteligencia y coordinación institucional” y citó como ejemplo exitoso la Operación Carbono Oculto en São Paulo, donde “nadie murió y la organización criminal fue derrotada”.
Río de Janeiro, entre la violencia y la mirada del mundo
El contexto internacional también pone presión sobre el gobierno brasileño. Río de Janeiro se prepara para albergar eventos globales de alto perfil, como la reunión del C40 de alcaldes y el Premio Earthshot del príncipe Guillermo, en el marco del camino hacia la Cumbre Climática COP30. En la antesala de cada gran cita internacional —como los Juegos Olímpicos de 2016, el G20 de 2024 o la cumbre de los BRICS—, las fuerzas de seguridad suelen lanzar megaoperativos de “limpieza” en las zonas más conflictivas.
Pero esta vez, la estrategia dejó al descubierto el costo humano de la guerra narco. La masacre de la Penha no solo rompió récords de violencia: también exhibió la vulnerabilidad de miles de civiles atrapados entre el fuego cruzado y una política de seguridad basada en la represión.
Para los habitantes de las favelas, el número de muertos ya no es una estadística, sino el reflejo de una guerra no declarada que sigue desangrando a Brasil.
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