24 de Diciembre de 2018 - 12:49

La vida sigue, y nuestra pasión es eterna. ¡Salud, quemeros!

Se retiró del fútbol René Orlando Houseman. “El Loco”, que además tuvo la pésima idea de dejarnos físicamente el año pasado. Y se siguió jugando al fútbol... y sobre todo nuestra pasión siguió intacta.  ¡Salud, quemeros!

Por Lucio Di Matteo

Se retiró del fútbol René Orlando Houseman. “El Loco”, que además tuvo la pésima idea de dejarnos físicamente el año pasado. Y se siguió jugando al fútbol. Hace décadas también se retiró Herminio Masantonio, el tercer goleador histórico de la Argentina, ganador de copas nacionales con Huracán. Se siguió jugando al fútbol. Un ex ídolo, siempre dispuesto a aparecer cuando al Globo le va mal (como hizo por estos días), desarmó al exquisito “Huracán de Cappa”, y nuestra pasión siguió intacta.

Se fue un director técnico, y nuestra pasión por esta camiseta sigue marcando nuestras vidas. Se fue un hombre que, en muchos sentidos, no será relevante en la historia de una institución que ganó siete títulos en una década (la del ´20, cuatro campeonatos de liga y tres copas nacionales), gestó al mayor goleador histórico de la Copa América (Norberto “Tucho” Méndez, su récord de 17 goles no fue superado) y a uno de los dos argentinos que fue máximo scorer en un Mundial (Guillermo “El Filtrador” Stábile en Uruguay 1930).

La historia, sobre todo la más antigua, nos hizo “realeza” del fútbol. Sin ser rico, sino el sueño de un grupo de pibes del humilde barrio de Nueva Pompeya, Huracán supo ser grande. El club de los “arrogantes corazones”, que nació bajo el “viento de triunfos y glorias”, tiene desde hace 70 años una de las mejores canchas del país, brindó al Seleccionado Nacional un DT campeón (César Luis Menotti), es el club de Houseman, Brindisi, Babington (jugador), Emilio Baldonedo, el que supo cobijar un año a Alfredo Di Stéfano.

En este contexto histórico, perdimos a un director técnico cuyos mayores logros deportivos se dieron en un Arsenal al cual Julio Humberto Grondona les conseguía buenos jugadores con un golpe de teléfono, y al que los árbitros no se animaban -ni siquiera con el pensamiento- a perjudicar. Un DT cuyos otros logros fueron hacerle mantener la categoría a instituciones como Tigre, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Belgrano de Córdoba, etc.

No quiero ser injusto ni pensar solo en el largo plazo. En el corto, el hombre al que hace 15 días “no lo movilizaba” dirigir a otro club, nos dio un colchón de puntos que permite mirar hacia arriba (y no abajo), acertó con algunos jugadores que trajo (Salcedo, Damonte, Lucas Gamba, Andrés Felipe Roa, Andrés Chávez, Iván Rossi, Chimino), erró con otros (Nazareno Solís, el “Tito” Noir) y recuperó o potenció a algunos que hubieran funcionado con cualquier otro técnico (“Beto” Briasco, Mauro Bogado, el capitán Federico Mancinelli, Hugo Martín Nervo).

El mejor legado que, en un año y medio, nos dejó el último director técnico de Huracán, fue habernos liberado de algunos prejuicios. Se puede jugar y también meter, miren a Lucas Gamba o Iván Rossi por ejemplo. Se puede intentar el desborde, el pase asociado, y también trabar desde el suelo, como en aquel partido en el que “Nacho” Pussetto decidió despedirse de La Quema con todo el talento y el sudor. Se puede errar, y también resucitar como en aquel partido contra Colón.

Hasta creo que el ex DT fue sincero con sus palabras, con su promesa de “no retirarse del fútbol sin sacar campeón a Huracán” (como dijo en la fiesta del 110º aniversario de nuestra institución). Quedó preso del “Embrujo Huracán”, enamorarse de un club en el cual no nació, el mismo que también experimentaron Eduardo Domínguez, el “Pato” Toranzo, el mismo Herminio Masantonio, el Flaco Menotti, el “Gitano” Juárez, y otros hombres de la última era como Angel Cappa, “Chiche” Arano, Carlos “Pipi” Araujo o Israel Damonte.

Demos vuelta la hoja. Nuestra pasión sigue, y es eterna. La que formalmente se inició en la calle Ventana; la del primer estadio en Chiclana y Avenida La Plata, donde las tribunas explotaban; la “heráldica suburbana del globo rojo sobre el campo blanco”, al decir del poeta Homero Manzi; la de los grandes equipos que tuvimos en casi todas las décadas.

Y también, la de aquellos que vivimos más sufrimientos que alegrías. Hasta que Cappa y sus ángeles nos recordaron que se podía jugar bien al fútbol, Apuzzo y sus leones rompieron un maleficio de 41 años, y el presidente Alejandro Nadur comenzó a traducir pasión y trabajo en aciertos futbolísticos.

“Te juro que todo lo que hago es para el crecimiento de Huracán”, me dijo una vez, café de por medio, nuestro actual presidente, poco antes de ser designado tesorero de AFA. Le creo, porque lo demuestra día a día.

Nuestro desafío es seguir creciendo. Por más talento que tenga el presidente para manejar empresas y organizaciones, de poco serviría si no tuviera al lado a un manager silencioso y quemero de alma como Mariano Juan. De nada servirían los desbordes de Gamba o Briasco si Chávez nunca le acertara al arco. Los trabajos dan resultado cuando el conjunto, unido, tira para adelante.

Es hora de estar unidos y soñar. Sin mirar a los demás, salvo que para aprender. Todos los clubes hicieron realidad sus peores pesadillas. Algunos más, como por ejemplo un club que en dos años perdió la categoría y se quedó sin cancha (y sin barrio, desde entonces). U otro que para volver a la Primera División necesitó de un arbitraje sospechoso (tras dos años en la Primera B Metropolitana) contra el humilde Atlanta. Qué decir de los que se creían reyes y hace poco conocieron la Primera B Nacional; o del club que siempre presumió coraje deportivo, y ahora se arrastra -tras perder vergonzosamente una final contra su rival de toda la vida- para robar profesionalismo y coraje deportivo de otros clubes (¿o acaso no fue eso la salida del DT?).

En el ranking de los pesadillas, sin dudas, el que más sufrió fue Huracán. Pero no hay indemnes. El gran desafío es no volver a repetir errores del pasado. Eso es lo que debe aprender el pueblo quemero.

Si estamos unidos, y traducimos el amor a nuestra camiseta en acciones ciertas (hacerse socio, alentar, criticar de buena fe), podremos conseguir todo. Hasta lo que hace poco no nos atrevíamos a soñar. Porque nuestra pasión es eterna. ¡Salud, quemeros!

 

 

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