27 de Abril de 2019 - 10:46

Beatifican al obispo Enrique Angelelli asesinado en 1976 por la Dictadura

En junio de 2018, el papa Francisco había declarados mártires a monseñor Enrique Angelelli, a los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y al laico Wenceslao Pedernera y decidió su beatificación

La ceremonia de beatificación de los llamados "Mártires de La Rioja" empieza este sábado 27 de abril a las 10 de la mañana en el Parque de la Ciudad, en la capital riojana. En junio del 2018, el papa Francisco había declarado mártires a monseñor Enrique Angelelli, a los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y al laico Wenceslao Pedernera y decidió su beatificación.

Como es de rigor, un enviado vaticano presidirá la ceremonia: el cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos y delegado del papa Francisco para la ocasión.

Ninguno de ellos era oriundo de La Rioja: Angelelli y Murias eran cordobeses, Longueville, un misionero francés radicado en Argentina desde 1970, y Pedernera había nacido en San Luis. El destino los reunió en esa provincia del noroeste argentino, donde el Obispo Angelelli, como lo señaló Becciu, hacía realidad los postulados del Concilio Vaticano II,del que había participado, en especial en el acompañamiento a los más postergados y en la lucha contra las injusticias de todo tipo. El proyecto y el ejemplo de Angelelli operaron como un foco de atracción para muchos que querían vivir realmente su compromiso.

El 18 de julio de 1976 un grupo de hombres que dijo pertenecer a la Policía Federal golpeó la puerta de una residencia de religiosas de la Parroquia de Chamical que pastoreaba Longueville, y dijeron que se llevarían a Carlos Murias para un interrogatorio. El padre Gabriel se negó a dejarlo ir solo. Ambos buscaron sus documentos y partieron con sus verdugos, no sin sospechar que algo malo podía pasar: "Si mañana no volvemos, avisenle al Obispo (Angelelli) y busquennos".

También Angelelli era consciente de lo difícil de la situación. En una carta fechada el 5 de julio de 1976, apenas unos días antes del secuestro de los sacerdotes, le escribía al nuncio apostólico de entonces, monseñor Pío Laghi: "Estamos permanentemente obstaculizados para cumplir la misión de la Iglesia. Personalmente los sacerdotes y las religiosas somos humillados, requisados y allanados por la policía con orden del ejército. Ya no es fácil hacer una reunión con los catequistas, con los sacerdotes, con las religiosas. Las celebraciones patronales son impedidas y obstaculizadas. El jefe de policía, al "demorar" a seis religiosas (…) públicamente les dijo que eran sospechadas y que el mayor ideólogo marxista era el obispo (¡ridículo!). Pero hasta eso llegamos. Me aconsejan que se lo diga: nuevamente he sido amenazado de muerte. Al Señor y a María me encomiendo. Solo se lo digo para que lo sepa. (…) Nuestra cárcel está repleta de detenidos. Personas honorables, padres de familia, gente sencilla, están dentro, muchos de ellos por el sólo 'delito' de ser miembros fieles y conscientes de la iglesia"

Dos días después de su secuestro, los cuerpos de Longueville y Murias fueron hallados cerca de una vía de ferrocarril, a unos 5 kilómetros de la ciudad. Tenían signos de tortura y habían sido fusilados. Golpeado por la noticia, el obispo Angelelli empezó a preparar los funerales de sus sacerdotes. 

Una semana después del doble crimen, en otra localidad riojana, Sañogasta, en el hogar de una humilde familia -matrimonio y tres hijas pequeñas- se oyeron fuertes golpes en la puerta en plena madrugada. Wenceslao Pedernera, un laico muy activo en la Iglesia, fue a abrir y tres hombres encapuchados, sin mediar palabra, le dispararon. Pedernera murió poco después en el hospital de Chilecito

agosto, el obispo Angelelli decidió viajar personalmente al Chamical para averiguar todo lo posible sobre el crimen de los dos sacerdotes. Se llevó un maletín en el cual pensaba traer toda la documentación que pudiera recabar sobre el doble crimen y que cabía debajo del asiento del conductor como precaución por si debía pasar un control policial al regreso.

En Chamical, presidió una misa de cuerpo presente para los dos sacerdotes asesinadosy decidió permanecer unos días allí para acompañar a la comunidad. A otro franciscano, Miguel Ángel López, le entregó copia de la información sobre lo ocurrido y le pidió que la hiciera llegar a Roma. En La Rioja Angelelli estaba muy aislado y seguramente intuía que no podía hacer avanzar la investigación.

Reunido con sus colaboradores en Chamical y ante la sugerencia de éstos, una vez más se negó a irse de la provincia pese al peligro que corría. El 4 de agosto, después del mediodía, emprendió el regreso a la capital riojana, acompañado del padre Arturo Pinto. A seis kilómetros del paraje Punta de los Llanos, otro automóvil les hizo una encerrona y el auto del obispo volcó: Angelelli murió en el acto al dar su cabeza contra el asfalto y el padre Pinto quedó gravemente herido.

Ninguno de los allegados al Obispo creyó en la versión oficial de la época de que se había tratado de un accidente. Años más tarde, en 2014, la justicia dictaminó que había sido intencional y premeditado y condenó a los responsables. El 6 de agosto tuvo lugar el sepelio de Angelelli. Más de una decena de obispos se hicieron presentes en la capital riojana, entre ellos el presidente de la Conferencia Episcopal monseñor Raúl Primatesta y el nuncio Pío Laghi.

 

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