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De un día para otro, hace dos semanas, la Dirección General de Aduanas se quedó sin su jefe operativo, que sigue internado en terapia intensiva.

Frente a esta situación, y con Alberto Abad concentrado en sostener la recaudación de la AFIP (tarea más difícil en época de recesión), el manejo de la Aduana quedó en manos de dos hombres de Gómez Centurión, que son mirados de reojo por casi todos los aduaneros de carrera.

Uno de ellos es Pierre Louis (o Pedro Luis) Chapar, un funcionario de origen francés que estuvo con Gómez Centurión en la Agencia Gubernamental de Control (AGC) porteña. De esa experiencia, se le recuerda a Chapar el incendio de Iron Mountain, que se llevó tantas vidas de bomberos y empleados -10 exactamente- como documentos que comprometían a empresas. A comienzos de febrero, Chapar fue llamado a declarar por este escándalo que aún no está resuelto en términos judiciales.

Además, mientras estaba en la AGC porteña, irónicamente llamada “agencia gubernamental de descontrol”, Chapar fue acusado de malos tratos por algunos de sus empleados. Y Gómez Centurión lo llevó allí a pesar que en 1999 fue denunciado por estafas a través de la aseguradora Indio.

A pesar de estos antecedentes, o quizás debido a ellos, Chapar fue designado en noviembre pasado –mediante la Disposición 413/2016- como subdirector general de Operaciones Aduaneras Metropolitanas.  Es decir, el lugar desde el cual se iban a “liberar” los ya famosos 4.500 contenedoras de la causa de las escuchas. A fines del año pasado, por un escándalo con la fiscalización del Rally Dakar, el titular de la AFIP –Alberto Abad- estuvo a punto de relevar de su cargo a Pierre Louis Chapar, pero finalmente no lo hizo.

Por estos días, el manejo operativo de la Aduana está a cargo del cuestionado funcionario franco-argentino. Que, además, se complementaría en esta tarea con Mariano Alberto Ferreiros, otro hombre de confianza de Gómez Centurión. Ferreiros tiene un cargo interino pero clave: la dirección general de los Recursos y Presupuesto.

Mientras Gómez Centurión pelea por su vida en la Clínica de la Trinidad de San Isidro, la Aduana queda a cargo de dos hombres suyos. Que no son los más capacitados para semejante tarea, pero sí de su confianza.