24 de Noviembre de 2016 - 09:30

El primer comprador de acciones a la ANSES es primo de Timerman

El empresario más favorecido por la ANSES se soñó parte del círculo íntimo kirchnerista, es primo del ex canciller Timerman y tiene de lobbysta a un símbolo de los derechos humanos. Marcelo Mindlin, el dueño de Edenor, Transener y Petrobras. 

"Brindemos por la plata, que la salud va y viene". La frase, pronunciada por alguien que ese año había tenido a su hermana muy enferma -durante un 31 de diciembre-, lo pinta de cuerpo entero.

Marcos Marcelo Mindlin, llamado por todos a través de su segundo nombre, acaba de concretar el sueño que muchos empresarios acarician desde hace años: recomprarle a la ANSES acciones de su empresa, que pagarán jugosas ganancias cada año. El 12% de Petrobras, por el que desembolsó u$s 156 millones, reportará cada año dividendos que ahora no quedarán en manos de la ANSES (a través del Fondo de Garantía de Sustentabilidad), sino para las arcas de Mindlin, o más estrictamente su compañía Pampa Holding.
Mindlin, formado como economista en la Universidad de Buenos Aires, desistió de una incipiente vocación periodística cuando su tío -por parte de madre- Jacobo Timerman le dijo que eso lo haría ser pobre. El dueño de Edenor, Petrobras y Transener, entre otras compañías, es primo del ex canciller Héctor Timerman, quien lo ayudó durante el primer kirchnerismo -cuando era cónsul en Nueva York- con los vínculos de inversores institucionales de Nueva York. En criollo, estadounidenses de origen judíos ávidos de realizar buenas inversiones.  
Para congraciarse con el kirchnerismo, en la que percibió como su etapa fundamental de crecimiento económico, Mindlin hizo todos los gestos posibles. El primero, y más importante de ellos, fue volver su ladero y directivo a Pablo Díaz, el recordado sobreviviente de La Noche de los Lápices. Mindlin se soñó parte de la burguesía nacional kirchnerista, y en parte lo logró.
La historia de vida de su lobbysta Pablo Díaz es fascinante. Preso y detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), lo que terminó salvándole la vida, atravesó su calvario en el Pozo de Banfield desde sus 17 a 21 años. El libro y la película sobre su historia y la de sus compañeros lo transformó en un icono de los derechos humanos.
Aunque no todo es glamour centroizquierdista en su vida. Pablo Díaz también era parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP), y se salvó de formar parte del ataque al Regimiento de La Tablada -aquel 23 de enero de 1989- porque la esposa no lo dejó salir de la casa. Aunque parezca increíble, el carácter de su mujer le evitó un final trágico y anticipado. 
Desde 2003, con la venia de Néstor Kirchner, Díaz integró la subsecretaría de Energía Eléctrica, desde donde ayudó a Mindlin a conseguir su objetivo: que el Estado le aprobara la compra de Transener (la transportista monopólica de electricidad) a pesar de hacerlo desde un fondo de inversión que se suponía especulativo.
Como premio, Mindlin lo llevó de directivo a sus empresas. Y aunque el políticamente correcto Marcos Marcelo decía haber conocido a su amigo Pablo en el Juicio a las Juntas Militares, este era un halago mentiroso para el discurso de aquella época. Los unió la conveniencia del 2004 y 2005. 
Mindlin, un empresario ávido de crecimiento, ofertó por le petrolera Esso, y la operación se cayó cuando Julio de Vido le dijo "tu socio va a ser Cristóbal López". El actual dueño de Petrobras -por fin se quedó con una petrolera- también se soñó dueño de YPF.
A raíz de ello, y con Pablo Díaz empujando como lobbysta, Mindlin tuvo su único mano a mano con Néstor Kirchner en 2006, cuando almorzaron juntos en la Residencia de Olivos. "Tengo la fórmula para sacarle YPF a Repsol", canchereó Mindlin, para luego desgranar una propuesta que Kirchner usó para favorecer a Enrique Eskenazi.
En la etapa de Cristina, Mindlin ya sabía que no llegaría ser del círculo íntimo que integraban empresarios como Cristóbal López o Lázaro Báez. A pesar de ello no se desanimó, y cultivó una excelente relación -algunos dicen más que cercana- con la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner. 
El último año, con un estilo gubernamental que lo hace sentir más cómodo, Mindlin operó como sabe hacerlo. Le armó reuniones al presidente Mauricio Macri en Nueva York, cuando la comitiva oficial fue a la Asamblea General Anual de la ONU.
Hasta se dio el gusto de pagarle el viaje a una joven y bella periodista que fue echada de un diario económico por entretenerse con un compañero de la sección Deportes, y de la Televisión Pública por trabajar poco. A Mindlin le sirvió igual, porque realizó una cobertura noticiosa muy amable con el Gobierno.
Corren otros tiempos, muy diferentes a los anteriores. Y Mindlin percibe que quizás esta sea la oportunidad para concretar su sueño: volverse el empresario más importante de la Argentina. 

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