29 de Junio de 2015 - 10:06

Desde aquella Argentina a la Grecia de hoy: el Corralito es un infortunado viaje de ida

Asombrosas coincidencias y diferencias entre el caso sudamericano y el europeo


Por Lucio Di Matteo (*)

Un país que se endeudó por encima de sus posibilidades; arrastra años de recesión, altos niveles de desocupación, pobreza en crecimiento y una población desesperada; prestamistas de última instancia que piden más ajuste o cantan ?no va más?; un decreto que se conoce en un caluroso viernes, pero que se promulga al lunes siguiente; bancos que en el fin de semana consecuente se quedan sin dinero; sensación de estar al borde del abismo, el cambio de moneda y la devaluación.
Las coincidencias entre el Corralito argentino del 2001, y el que comenzó a sufrir Grecia, son tantas que asustan. Sobre todo por lo que puede seguir al Corralito, como atestiguan claramente Argentina y Chipre. También hay diferencias. Quedan minimizadas ante la brutalidad, o primaridad en términos peircianos, de los hechos anteriores. Pero pueden ser claves para el desenlace.
Un gobierno agotado aunque sólo estaba a mitad de período, de orientación derechista, sin sustento social tras perder por paliza las elecciones legislativas hacía sólo dos meses, un FMI que ya había cortado toda posibilidad de acuerdo (aunque no lo decía explícitamente). Todo ello en el país que gobernaba Fernando de la Rúa y cuyo ministro de Economía era Domingo Cavallo, un ex niño mimado de los mercados financieros. Muy ex para aquel trágico final de año y de gobierno.
El caso griego es distinto. Los pocos meses de mandato del centroizquierdista (o izquierdista, según quien lo considere) Alexis Tsipras, que le permiten imaginar un referéndum sobre ajuste sí o ajuste no. Un bloque político y económico que impone duras condiciones a Grecia, pero que no se decide a excluirlo de lo que hoy se llama Europa. Una moneda común a lo que no la beneficiaría perder un Estado nacional, por más pequeña que sea su economía. Como dice el refrán sobre Dios, Europa ?aprieta pero no ahorca?.
En estas diferencias radican las chances de Grecia. Por momentos, parece que los helenos se divierten provocando: cuando reclaman indemnizaciones por la devastadora Alemania nazi de la Segunda Guerra Mundial, o convocando a un referéndum que ofende a líderes que provienen de gobiernos democráticos.
Pero no hay sonrisas en los rostros helenos. Ni Tsipras, ni Varoufakis, como tampoco sus compatriotas, esbozan sonrisas. Parecen más bien aquel equipo de fútbol que en el último minuto, descendiendo de categoría, manda al arquero a cabecear en el área rival. Los creadores de dioses, semidioses y héroes van a ?jugarse la heroica?, como se dice en el lenguaje futbolístico argentino. El problema es que sólo hay dos resultados posibles: empatar de milagro, perder por la misma diferencia o una mayor. No hay posibilidad de triunfo.
En eso está Grecia. Con una semana, hasta el referéndum del 5 de julio, para negociar con la Europa que le niega dinero pero que tampoco la quiere ver caer fuera de su Mercado Común. Allí radica la esperanza, a diferencia de un caso argentino en el que el FMI ya recomendaba salir de la Convertibilidad, devaluar y pesificar.
Esta esperanza de corto plazo, sin embargo, no oculta las peores condiciones de fondo del país europeo en comparación con el sudamericano. Argentina produce alimentos para 300 millones de habitantes y tiene sólo 40 millones, con un obvio saldo exportable. Fue la octava economía más importante del mundo hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX; y sigue siendo la octava nación mundial en extensión de territorio. Fue el primer país de Sudamérica en producir petróleo, generar una reforma universitaria que hoy perdura, producir reformas sociales que hicieron de la clase media la más numerosa de todas, y obtener índices de pobreza y reparto equitativo del ingreso ?a la europea?. Hasta el golpe militar de 1976.
Corralito, default, devaluación, pesificación y después; Argentina se encontró con un inédito crecimiento en el precio de los commodities alimentarios. Y con un gran saldo exportable. El kirchnerismo supo aprovechar aquello que sus opositores azuzaron como único argumento del crecimiento: ?viento de cola?. En cualquier caso, el PIB creció más del 50% en apenas un lustro, el que fue desde 2003 hasta 2007. Sin financiamiento externo, aunque con una importante quita de la deuda preexistente.
Las condiciones de fondo griegas son infinitamente peores. Su pasado glorioso se remonta a miles de años, y nunca se escribió en los capítulos vinculados a la economía. Su estructura industrial es mínima. Y, al estilo de las economías subdesarrolladas, es casi un país de monocultivo en cuanto a la obtención de divisas externas. La esperanza de conseguir euros o dólares es, por supuesto, el turismo. Más algo de vino y aceite de oliva.
Demasiado poco para habitantes que durante décadas se acostumbraron a un nivel de vida europeo. Puede ser que los griegos hayan vivido ?por encima de sus posibilidades?. Pero, salvo Alemania y Francia, ¿cuáles otros países están exentos de esa acusación?
Por ello, la situación griega es más grave que la Argentina. El Corralito, como toda medida económica de restricción, siempre es un camino de ida cuya salida es dolorosa, larga y de graves consecuencias sociales. Si, además, no hay forma de pagar la deuda contraída, el panorama se oscurece más todavía. ¿Qué será de ti, Grecia?
(*) Autor de El Corralito (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2011) y El Corralito, un experimento argentino que viaja a Europa (El Hombre del Tres, Madrid, 2013).

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